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El valle del Vacio

  • Foto del escritor: Deisy Borja
    Deisy Borja
  • 21 may 2024
  • 2 Min. de lectura

Muchos dicen que la muerte es nuestro destino final, y tienen razón: no somos eternos. Nunca había sentido su cercanía de forma tan personal, pues siempre viví agradecida por lo que tenía y la muerte me parecía algo lejano. Claro, me dolió cuando mis mascotas fallecieron, pero mi abuela me explicaba que eso era parte del ciclo natural de la vida. Ella solía decir que las mascotas absorben las malas energías para protegernos y por eso su vida es más corta. Aunque no estoy completamente convencida de esa creencia, crecí con esa idea, lo que hizo que la muerte pareciera algo normal, un paso más en el trayecto de la vida.

Todo comenzó a cambiar cuando mi abuelo enfermó. Aquí hago una aclaración: cuando digo "abuelo", me refiero a mi padre, quien asumió ese papel desde que yo era un bebé. Cuando él enfermó, sentí un vacío en mi pecho. Sabía que era posible que muriera, pero en mi corazón no quería aceptarlo. Me aferraba a lo que decía mi abuela, que todo tiene un ciclo, pero es fácil decir eso cuando se trata de una mascota; el dolor pasa y pronto tienes otra. Pero ¿quién podría reemplazar el vacío de perder a un padre?

Cuando recibí la noticia de que mi padre había muerto, quedé en shock. No sabía qué sentir. El vacío en mi pecho era profundo y persistente, como si su ausencia fuera imposible de llenar. En mi mente, todavía lo imaginaba en casa, sentado con mi abuela, escuchando la radio y con su cigarro en la mano, tal como le gustaba. Era como si mi mente se rehusara a aceptar la realidad, como un mecanismo de defensa para evitar el dolor.

A veces me pregunto qué es realmente la muerte. Hay personas que dejan de vivir mucho antes de morir físicamente: pierden la esperanza, la fe, el amor, las ganas de seguir adelante. Cuando perdemos nuestro propósito, nos convertimos en cuerpos en movimiento pero sin vida, siguiendo la rutina sin pasión, sin brillo. Me di cuenta de que, en muchos sentidos, yo misma me había apagado. Cada día lucho por volver a encender esa chispa de luz, esa que me da energía para seguir, pero no sé exactamente qué es ni cómo recuperarla.

El tiempo no se detiene para que sanes; sigue avanzando sin mirar atrás. El que se detiene pierde momentos valiosos. Tras la muerte de mi padre, sentí una necesidad urgente de entender hacia dónde iba. Crecí pensando que la vida era solo nacer, reproducirse y morir, pero ahora siento que hay algo más. Quizás muchas personas hayan experimentado esta sensación y la hayan superado de alguna manera, pero yo quiero enfrentar mi realidad.

Hoy, 18 de abril de 2024, empieza mi viaje de autodescubrimiento. Necesito entender quién soy y por qué siento esta necesidad de tener un rumbo. Tal vez la vida me esté sacudiendo para hacerme despertar, para mostrarme en qué momento dejé de vivir realmente. Porque cuando te preguntas qué es la vida y solo ves sombras y cuerpos caminando, es hora de encontrar respuestas.

 
 
 

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